Objetos digitales tan dispares como un dibujo en PNG de una piedra; un collage digital con cinco mil imágenes tomadas desde el año 2007; el primer tuit a manos del cofundador de Twitter, Jack Dorsey; el archivo original de la WWW desarrollado por Tim Berners-Lee; o obras de arte de Van Gogh, Kandinsky o Monet tienen algo en común. Todas ellas están relacionadas con el criptoarte. Esto es, tienen asociadas a ellas el archiconocido NFT. Y, ahora, la literatura, entre otras expresiones artísticas, también se suma a la moda que emplea la tecnología del blockchain.

¿Qué son los NFT?

Segura que los NFT, junto con el metaverso, son algunos de los términos que más salen a la palestra en los últimos tiempos. Y es que, los tokens no fungibles (NFT, por su nombre en inglés), que funcionan a través de la misma tecnología que permite la existencia de las criptomonedas, el blockchain, parece que llegan para quedarse. Estos son definidos como unidades de valor que se asignan a un modelo de negocio. “No fungible” significa que es único, que no se puede modificar ni intercambiar por otro. La razón principal es que no hay NFTs equivalentes, de igual manera que no hay dos cuadros originales de Ophelia de Millais idénticos, por ejemplo.

De modo resumido, esta tecnología permite asociar cualquier objeto virtual que nos podamos imaginar (una fotografía, un tuit, un vídeo, etc.) a un certificado de autenticidad, una serie de metadatos inmodificables, lo que convierte estos elementos digitales en únicos.

La tecnología ya se aplica en la literatura

Comprender este certificado cuando se refiere a obras de arte únicas es más sencillo pero, ¿qué sucede con los libros de los que puede haber miles de copias? La respuesta es fácil: con un NFT se posee un ejemplar específico dentro de una serie de ejemplares.

Además, tal como explican en el artículo de The Objetive, “Los NFT en el mundo de los libros: ¿es posible?”, al estar relacionado a la tecnología del blockchain, hace que piratear un libro de NFT sea mucho más difícil, así como impugnar los derechos de autor. Asimismo, la persona que compra un token no fungible, puede ponerlo a la venta, como si fuese algo así como una librería de segunda mano online. Y con esas reventas, tanto los autores como los demás implicados, pueden seguir generando ganancias, aunque con un porcentaje menor, de los derechos de autor.

Cuando se publica el libro, hay varias partes que ganan con su venta (editor, escritor, distribuidos o la librería). Aquí es donde entra en juego otro de los términos asociados al blockchain, que son los contratos inteligentes, acuerdos entre dos personas o entidades en forma de código informático programado para ejecutarse automáticamente. Esta tipología de acuerdo se almacena en una base de datos y no se puede modificar y, además, simplifica los procesos y reduce los intermediarios. De este modo, cuando se produce una compra del NFT, el pago de regalías se integraría directamente en la transacción.

Linkgua, POEM y Donde el viento da la vuelta

Parece que este es un mercado muy nuevo para la literatura en España, a pesar de que ya existen algunas propuestas fuertes. En noviembre del año pasado, la editorial Linkgua anunciaba el nacimiento del primer libro digital en NFT en España. La obra que se hizo con este título fue Paraíso (1966), de José Lezama Lima, de la que se editaron 50 ejemplares únicos a un precio de 100 euros. Después se extendió a la colección First Folio, definida como una biblioteca editorial de libros en NFTs compuestas por primeras ediciones digitales numeradas, certificadas y con contrato inteligente que indica la fecha de edición y el ISBN. Aquí se podrán encontrar clásicos como el Quijote, el Lazarillo de Tormes o Azul de Rubén Darío.

La poesía tiene su propio token y se llama POEM. Este fue desarrollado por el poeta Jorge Dot, en colaboración con expertos en la materia. Según la web Poesia.io, Los trabajos de la muerte de Dot, es el primer libro de poesía tokenizado y solo tiene 250 unidades disponibles.

Aunque siempre habrá quien quiera conjugar lo digital con lo físico. Es lo que le sucedió a la escritora Ana Prats. No dudó en tokenizar su novela Donde el viento da la vuelta. Al adquirir el NFT, este tiene asociado a él un  GIF da portada do libro y, además, por cada persona que lo adquiera, la autora envía el libro a su casa.

Ahora queda la duda de hasta qué punto esto sirve para fomentar la creatividad o el arte, y no solo los intereses económicos. A fin de cuentas, aquellos que compran un dibujo en PNG de una piedra por 260.000 euros no lo hacen porque sea un dibujo fantástico, sino por el valor de esa pieza digital que tienepor estar tokenizada con NFT. Es decir, se espera que ese dibujo de una piedra se pueda vender en un futuro por un valor superior. Vamos, que este interés por el coleccionismo no es precisamente por amor al arte.