Imagina dos horizontes marítimos. El primero, de un azul intenso. El segundo, teñido de rojo. ¿Dónde prefirirías nadar? La lógica nos dice que en el inicial, el que asociamos a aguas cristalinas y poco profundas.
Y la teoría también. Porque la estrategia del océano azul nace del libro “Blue Ocean Strategy” de Chan Kim y Renee Mauborgne y nos dice que, en un negocio, para competir y diferenciarse lo
mejor es explorar nuevos territorios, abandonando esos en los que se encuentran ya luchando múltiples empresas.
En la práctica, esto supone que para poner en marcha una idea empresarial conviene detenerse y pensar en propuestas de valor que el usuario esté buscando o pueda necesitar -aunque
todavía no sea consciente- y no existan. De este modo, en vez de esforzarse -muchas veces sin éxito- en competir en un espacio donde ya se encuentran muchos, podremos nadar con menos
dificultad en aguas todavía sin surcar.
Por tanto, esta estrategia se encuentra muy ligada a la innovación. Se trata de un campo en el que el emprendedor necesita observar, analizar y averiguar qué líneas de mercado pueden ser
rentables y cómo implementarlas. Frente al océano rojo, en el que es la competencia voraz entre las marcas la que marca el rumbo, en el azul la táctica pasa por conocer las demandas de los
usuarios y poder canalizarlas a través de proyectos novedosos.
Un ejemplo clásico de este tipo es el de Cirque du Soleil: circo para el público que no era target del circo. Es decir, circo para adultos. Un circo completamente a la idea de circo que todos
conocíamos y en el que la competencia era grande. Circo sin competencia que ha conseguido que todos lo conozcamos.