Con la llegada de fechas señaladas como la Navidad, solemos ponernos un tanto nostálgicos y buscamos el abrigo en los brazos de nuestras familias y seres queridos. En estos días, acostumbramos a tener un amplio abanico de emociones a flor de piel y el marketing también sabe cómo aprovecharse de ello. Aunque este año las celebraciones serán un poco diferentes dadas las circunstancias que estamos atravesando, la estrategia más usada para hacerse ver sigue siendo la misma: apelar a las emociones.

Dirigir la atención de clientes o usuarios potenciales hacia una marca mediante las emociones tiene un nombre y es el de marketing emocional. Este término hace referencia a un conjunto de estrategias que están centradas en crear un vínculo afectivo a través de su mensaje y que cale en el subconsciente y, de este modo, lograr en los usuarios la acción deseada (por ejemplo, la compra, seguimiento en redes sociales, etc.). De hecho, aunque podamos pensar que nuestra relación con un producto o servicio se rija a través de un comportamiento racional, no es así. En nuestra decisión como consumidores entran en juego las emociones, sentimientos y valores.  

Esta herramienta cuenta con ciertas ventajas frente a otras estrategias que podamos emplear. Entre sus beneficios se puede citar un mayor impacto, ya que causan un efecto más prolongado en el tiempo y con un alto grado de empatía; se potencia en vínculo con el cliente al haber implicaciones emocionales; refuerzan la imagen de marca; y, suelen derivar en una mayor interacción en diferentes plataformas sociales.

Uno de los ejemplos navideños más claros es el anuncio de la Lotería de Navidad. La campaña publicitaria de este año hace un recorrido histórico mostrando la unión que crean los boletos del sorteo desde que se celebra. Asimismo, han tratado el impacto de la crisis del coronavirus en nosotros, pero sin hacerlo el eje central. Esto hace que, de un modo u otro, nos sintamos identificados o próximos a lo que se está relatando. Otros ejemplos son los anuncios de Coca-Cola o Suchard. Aunque la expectación que se genera cada año alrededor de la campaña publicitaria de los supermercados Gadis tampoco tiene nada que envidiarles.

Siguiendo con estos ejemplos podemos ver un mayor impacto y refuerzo de marca; el vínculo con el cliente o con la sociedad, ya que nos solemos sentir identificados a nivel colectivo; y una mayor interacción del público, puesto que son de los que más nos acordamos y hablamos.

En esencia, el marketing emocional se sustenta en cuatro pilares fundamentales: el vínculo afectivo del público con la marca, las experiencias, sensaciones y emociones, el lovemark y el marketing de contenidos.  

  1. Vínculo afectivo. Este vínculo afectivo se consigue a través de la humanización de la marca, ya que es importante mostrarnos cercanos y accesibles al cliente. Además, se puede reforzar a través de las redes sociales, ya que son un espacio ideal para el feedback y nos permite aproximarnos emocionalmente.
  2. Experiencias, sensaciones y emociones. En relación al punto anterior, es lo que se espera de nosotros como marca y lo que nos permite diferenciarnos de los demás. A lo largo del día, vemos diversidad de anuncios, pero solo nos quedamos con los que nos llegan de verdad o los que ofrecen algo diferente.
  3. Lovemark. Hacer que nos amen y nos elijan frente a otras ofertas es una tarea ardua, pero mediante este tipo de campañas estamos un paso más cerca de conseguirlo. Asimismo, las redes sociales vuelven a ser un bastión importante, ya que es en ellas donde encontramos con las amables palabras de los brand lovers, esos clientes que siempre nos eligen y que refuerzan nuestra imagen, y que se les conoce también como embajadores de marca.
  4. Marketing de contenidos. Las buenas historias nos conmueven y nos acercan, por ello, un buen storytelling es fundamental para atraer.

Es así que el marketing que no se ve pero que se siente acaba siendo una de las principales claves para humanizarnos, diferenciarnos y tener un vínculo directo con los consumidores.